ACABEMOS CON LOS CUENTOS

APHARA PONE EN CLARO

Que a través de un bombardeo de comunicados, notas y avisos pagos se pretende ganar la voluntad de la opinión pública con el melodramático anuncio de la cancelación de cierto evento que con gran despliegue publicitario se ha intentado instalar últimamente como la “salvación” de las carreras “federales”.

Que mediante la efectivista “victimización” de sus organizadores se buscan apoyos cuyas verdaderas motivaciones habría que analizar en cada caso, si no se quiere ser sorprendido en la buena fe.

Que no nos cabe duda que so pretexto de lograr la inclusión en el denominado simulcasting se esconde en realidad la burda maniobra de colarse por la puerta trasera del sistema, apuntando a “otros” negocios con la anuencia y/o complicidad de alguna diligencia desprevenida y otra que se toca de ligera.

Que no ha sido casual lo ocurrido recientemente en Córdoba ante el cierre de las originales fuentes laborales de más de 20 trabajadores. Obsérvense, si no, las distintas actitudes. Porque mientras APHARA salió como correspondía en su defensa haciendo honor a su legítima representación, por el contrario quienes hoy se exhiben como “victimas” por no contar con el simulcasting toleraron y alentaron semejante dislate.

Que corresponde preguntarse si no se dejaba de esa manera el campo libre a propósitos muy “interesados”, ajenos al gremialismo. No debe olvidarse que ya por entonces circulaban versiones acerca de “tratativas” diferentes y hasta llegó a hablarse del depósito de una fuerte suma de dinero para asegurarse la prioridad frente a otros posibles oferentes.

Que es hora de acabar de una vez por todas con la cantinela de que los hipódromos de Buenos Aires les “roban” los caballos al interior. Bien analizado, ¡menos mal que propietarios, profesionales y vareadores disponen de esa decorosa salida! Si no ¿donde correrían? El argumento del “robo” pega e impresiona. Pero en la realidad oculta los incumplimientos de años y más años de una diligencia negligente. En su momento fue el desvío de partidas destinadas al turf; actualmente el descuido de instalaciones y pistas y el olvido de la planificación y llamado a programaciones serias y bien remuneradas. Peor aún, con esa cantinela se les abre un amplio cauce a los aprovechados de siempre para dirigir la atención al desarrollo de actividades “sociales” y deportes que nada tienen que ver con la razón de ser de los clubes, sin contar las infames especulaciones inmobiliarias denunciadas por los propios socios y los trabajadores .

Que tampoco las “foráneas” deben seguir oficiando de tapadera a una explotación de apuestas no siempre sana. Cuando la totalidad del juego
entra por las vías correspondientes se apuntalan las fuentes de trabajo, los premios y las comisiones responden al verdadero potencial de la industria al no sustraérsele importantes ingresos y se benefician tanto al público apostador como al Estado al cual se tributa sobre cantidades ciertas, aunque no parezcan advertirlo los mismos funcionarios que en algunas provincias toman, no obstante, decisiones perjudiciales por igual para el Erario y para la industria.


POR TODO ESTO Y MÁS, en defensa de las conquistas que tanto nos costaron cuando peligraban los hipódromos; por sus trabajadores y por el
conjunto de la industria, no cejaremos en nuestras denuncias ni toleraremos que quienes estaban escondidos y ni asomaban la cabeza
cuando había que concientizar, debatir y pelear, incluso ganando la calle, vengan ahora de refresco a sacar pecho y a servirse de nuestras luchas
bajo el disfraz de dadivosos “sindicalistas”.

Un turf auténticamente federal no puede fundarse sobre apetitos personales y mucho menos en el descontrol de los recursos generados por la industria, los cuales deben ir íntegramente a su gente y a los hipódromos con una participación justa y equitativa para los centros de donde proceden y con
destino muy claro.


Un turf auténticamente federal requiere soluciones prácticas y realistas porque no será a través de la hojarasca de un torpe discurso ni de la
fantasía de una imaginaria “redención” por un día, con derroche impúdico de dinero cuando son tantas las necesidades sobre todo en el interior, que se las alcance.